Lo estético o la estética es la rama de la filosofía que tiene por objeto el estudio de la esencia y la percepción de la belleza. Formalmente se le ha definido también como "ciencia que trata de la belleza de la teoría fundamental y filosófica del arte". La palabra deriva de las voces griegas αἰσθητική (aisthetikê) «sensación, percepción», de αἴσθησις (aisthesis) «sensación, sensibilidad», e -ικά (ica) «relativo a».
La estética estudia las razones y las emociones estéticas, así como las diferentes formas del arte. La Estética, así definida, es el dominio de la filosofía que estudia el arte y sus cualidades, tales como la belleza, lo eminente, lo feo o la disonancia, desde que en 1750 (en su primera edición) y 1758 (segunda edición publicada) Baumgarten usara la palabra "estética" como "ciencia de lo bello, misma a la que se agrega un estudio de la esencia del arte, de las relaciones de ésta con la belleza y los demás valores".
Exactamente la estética se ocupa de analizar los conceptos y resolver los problemas que se plantean cuando se contemplan objetos estéticos; que a su vez son todos los objetos de la experiencia estética; de ahí que, sólo después de haber distinguido suficientemente la experiencia estética, nos encontramos en condiciones de demarcar las clases de objetos estéticos.
Además se ocupa de la cuestión de si estas cualidades están de manera objetiva presentes en las cosas, a las que pueden calificar, o si existen sólo en la mente del individuo; por lo tanto, su finalidad es mostrar si los objetos son percibidos de un modo particular (el modo estético) o si los objetos tienen, en sí mismos, cualidades específicas o estéticas. La estética también se plantea si existe diferencia entre lo bello y lo sublime.
La estética ha estado siempre fusionada con la reflexión filosófica, con la crítica literaria o con la historia del arte. Hace apenas poco tiempo que se organizó como ciencia independiente con método propio. Sería superficial el deseo de exponer sistemáticamente la estética de los antiguos, aún a través de las diversas edades, sin hacer mención del marco en que haya encuadrada.
La estética se formula en las cuestiones típicamente filosóficas de « ¿Qué quiere usted decir? » y « ¿Cómo conoce usted? », dentro del campo estético, al igual que la filosofía de la ciencia se plantea esas mismas cuestiones en el campo científico.
Así pues, los conceptos de valor estético o de experiencia estética, lo mismo que toda la serie de conceptos específicos de la filosofía del arte, son tanteados en la disciplina conocida con el nombre de estética; y preguntas tales como « ¿Qué es lo que hace bellas a las cosas?», o « ¿Qué relación hay entre las obras de arte y la naturaleza?» --y otras cuestiones específicas de la filosofía del arte--, son cuestiones estéticas.
El término "estética" fue acuñado en 1753 por el filósofo alemán Alexander Gottlieb Baumgarten, pero el estudio de la naturaleza de lo bello había sido una constante durante siglos. En el pasado fue, sobre todo, un problema que preocupó a los filósofos. Desde el siglo XIX, los artistas también han contribuido a enriquecer este campo con sus opiniones.
La actitud estética, o la «forma estética de contemplar el mundo», es generalmente contrapuesta a la actitud práctica, que sólo se interesa por la utilidad del objeto en cuestión. Cabría objetar, naturalmente, que incluso en la contemplación estética observamos algo no «por sí mismo», sino por alguna otra razón, por ejemplo, por el placer que
nos produce. No seguiríamos prestando atención al objeto percibido si el hacerlo no nos resultase agradable; según esto, ¿no será el goce la finalidad en el caso estético? cabe, en efecto, describirlo así, y acaso la expresión «percibirlo por sí mismo» sea desorientadora. Sin embargo, existe cierta diferencia entre saborear la misma experiencia perceptiva, y simplemente utilizarla por razones de identificación, de clasificación o de acción ulterior.
nos produce. No seguiríamos prestando atención al objeto percibido si el hacerlo no nos resultase agradable; según esto, ¿no será el goce la finalidad en el caso estético? cabe, en efecto, describirlo así, y acaso la expresión «percibirlo por sí mismo» sea desorientadora. Sin embargo, existe cierta diferencia entre saborear la misma experiencia perceptiva, y simplemente utilizarla por razones de identificación, de clasificación o de acción ulterior.
La actitud estética se distingue también de la cognoscitiva. La capacidad analítica puede eventualmente incrementar la experiencia estética, pero también puede ahogarla. Quienes se interesan por el arte en razón de algún objetivo profesional o técnico, están particularmente expuestos a distanciarse de la forma de contemplación estética propia del que se mueve por intereses cognoscitivos.
Esto nos lleva directamente a otra distinción. La forma estética de observar, es también ajena a la forma personalizada de hacerlo, en la que el observador, en vez de contemplar el objeto estético para captar lo que le ofrece, considera la relación de dicho objeto hacia él. La fórmula «no deberíamos llegar a sentirnos implicados personalmente», se utiliza a veces para describir este criterio; más también esto es desorientador. Suena como si el observador no hubiera de preocuparse demasiado de lo que ocurre en el drama o la sinfonía; siendo así que hay un sentido, como hemos visto, según el cual estamos muy implicados en la tragedia de Edipo cuando presenciamos Edipo Rey. Nos sentimos desprendidos sólo en el sentido de que sabemos que se trata de un drama y no de la vida real, y que lo que hay más allá del telón es un mundo distinto, al que no hemos de responder como lo haríamos ante el mundo real que nos circunda. En este sentido, estamos «desprendidos», pero no en el sentido de falta de identificación con los personajes o de sentirnos totalmente absortos en el drama.
El término «desinteresado» se usa también mucho para describir la actitud estética. El desinterés es una cualidad del buen juez, que se manifiesta cuando es imparcial. El juez puede estar personalmente implicado, en el sentido de que estudia profundamente la solución de un caso, pero, al dictaminar el caso, no ha de estar personalmente implicado, en el sentido de que deberá evitar que sus sentimientos o simpatías personales influyan sobre él o le predispongan en cualquier forma. La imparcialidad en materias morales y legales caracteriza sin duda lo que se ha dado en llamar «el punto de vista moral».
BIBLIOGRAFÍA
CARDOZO CARDONA Jhon Jairo, Modulo de estética, Escuela de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades UNAD 2007


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